25 AÑOS NO SON NADA

Por , 2 mayo 2011 21:07

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En los años treinta,  en unos Estados Unidos sumidos en la profunda crisis que dejó tras de sí el desastre especulativo bursátil del 29, mucha gente pasa verdadera hambre. Aquí se desarrollan las novelas de John Steinbeck. Con este trasfondo surge la moda de los maratones de baile: mórbidas competiciones a las que acuden desahuciados e infortunados, desesperados en busca de un ansiado premio en metálico para los ganadores y, al menos, cobijo y comida para los participantes mientras dure el esperpéntico espectáculo; contemplado éste por un cínico público que se regocija, enfermizo, de la lucha hasta la extenuación de estos desgraciados.
En el contexto pesimista y crítico hacia el sistema, de finales de los años sesenta y principios de los setenta (con una América convulsa que va desde el asesinato de Kennedy hasta la dimisión del manipulador Nixon, pasando por las luchas antirracistas y contra la guerra de Vietnam y la crisis del petróleo) el director Sydney Pollack plantea esta historia claustrofóbica y dramática. Éste, que a lo largo de su extensa filmografía toca, casi siempre con éxito, en la comedia o el drama, personajes que se desenvuelven movidos por extremas circunstancias, tanto como director en cintas como Las Aventuras de Jeremiah Johnson (1970), Tal Como Éramos (1973), Yakuza (1975), El Jinete Eléctrico (1979), Ausencia de Malicia (1981), Tootsie (1982), Habana (1990) o La Tapadera (1993); o también como productor, faceta en la que se centró más en las últimas décadas, en otras películas como Sentido y Sensibilidad (1995, de Ang Lee) o Michael Clayton (2007, de Tony Gilmore). También actuó como secundario, con notable presencia, en muchas películas de prestigiosos colegas, como Woody Allen (Maridos y Mujeres, Misterioso Asesinato en Manhattan…).
En Danzad, Danzad Malditos; extrae todo el jugo del amplio reparto encabezado por Jane Fonda (a quien hasta entonces no se consideraba una actriz capaz) y consigue transmitir con gran habilidad en el montaje y la ambientación, el sufrimiento de los ocupantes de este tiovivo macabro. Llegó a los Oscars del año 1969 con nueve nominaciones aunque sucumbiera ante otra gran muestra del cine comprometido del momento y, desde entonces, referencia como es Cowboy de Medianoche (de John Schlesinger).
Estos días se ha cumplido el 25 aniversario del trágico accidente de Chernobyl: una tragedia surgida partir de una serie de absurdos fallos humanos y una gran inoperancia y manipulación informativa iniciales, hacia la población y hacia el exterior, por parte de las autoridades de un entonces moribundo régimen soviético que aún hoy en día sólo admite oficialmente una treintena de víctimas cuando se sabe que fueron cientos los soldados enviados a una muerte segura en cuestión de minutos, durante los días que siguieron al accidente en un vano intento de contrarrestar los efectos de la tremenda radiación liberada (a cambio de una ridícula y farsante «paga extra»). Por no hablar de los miles de casos posteriores (y los que vendrán) de cáncer y malformaciones, especialmente en niños, de la población circundante que no fue evacuada hasta tres días después del holocausto, así como la nube radiactiva que se extendió por toda Europa.
Coincide que, por un terrible desastre natural y la lógica incapacidad de prever todas las posibles causas de peligro (como, por ejemplo, un ataque terrorista), hace apenas un mes que hemos tenido otro lamentable episodio de accidente nuclear, esta vez en Japón que, si bien no reviste la gravedad del anterior, no deja de ser preocupante que, veinticinco años después, no hayamos conseguido encontrar una fórmula alternativa para producir energía que no conlleve este alto nivel de riesgo, ya no tanto en la probabilidad de aparición (que muchos cínicamente esgrimen en su defensa) como en la gravedad de sus consecuencias (miles de años de contaminación en las áreas afectadas). Así en Fukushima se han expulsado a la atmósfera gases radiactivos y se han vertido al mar toneladas de agua radiactiva y, al igual que en Chernobyl, tanto la empresa concesionaria de la central como el gobierno, han tratado inicialmente de restar importancia a lo sucedido y han confesado negligencias en los trabajos de mantenimiento y en la seguridad de la planta después, si bien las medidas preventivas respecto a la población se han llevado a cabo rápidamente.
El tiempo dirá qué efectos producirán estos hechos, dolorosos e indignantes que no desgraciados. Y digo tal porque por desgracia entiendo algo inevitable y esto no lo es. ¿Estamos los civiles informados realmente de las ventajas e inconvenientes de la existencia de centrales nuclares cercanas?, ¿hay formas de producción de energía más seguras con una capacidad de producción similar?, ¿Son imprescindibles las centrales nucleares? Obviamente todas las respuestas son NO, sin bien sólo la última es opinable: las nucleares son, hoy por hoy, imprescindibles, teniendo en cuenta que no queremos ni podemos (por no ser productores) quemar tantos combustibles fósiles en las térmicas (estaría bueno, a estas alturas…) ni obtenemos aún eficiencia suficiente en las energías renovables (hidráulicas, solares, eólicas…). Pero las nucleares sólo son indiscutibles si lo que pretendemos es no cejar en nuestro empeño de consumir y consumir energía a manos llenas, si ansiamos un crecimiento infinito (aunque desequilibrado sólo a favor de una minoría), si seguimos con esta cultura del compra-usa-tira que nos han implantando las trademarks a través de sus herramientas: la tele y la globalización.
Continuaremos pues, bailando en este maratón, dando vueltas y vueltas alrededor de la pista para que unos pocos rían y se diviertan mientras intentamos alcanzar el premio que nos saque de nuestra existencia mundana, sirviendo a los intereses de esos pocos que nos contemplan cómo lo que sólo somos:  prescindibles piezas de un engranaje bien engrasado. Yo cuando veo en la tele a alguien hablando del mix energético… ya sé qué droga es la que tiene metida en vena: las consignas son claras y los mensajeros las repiten una y otra vez.
Hace 25 años fue Chernobyl y ahora es Japón. Danzad, Danzad Malditos, la película de Pollack, traslada el espíritu de la historia de los años treinta a los sesenta pero, en el fondo, está más vigente que nunca y 25 años no han sido nada, no hemos aprendido nada.

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3 Responses to “25 AÑOS NO SON NADA”

  1. Tεxvη dice:

    No puedo pasar de largo sin darle la enhorabuena, me ha resultado un post brillante y como siempre muy bien hilvanado

  2. jpgalan dice:

    A Tεxvη:
    Gracias por tu comentario. Me anima mucho a seguir escribiendo

  3. CENTOLLO dice:

    Vamos, vamos….. cuanto peloteo¡¡¡¡¡ en fin, me coger unos cogollitos…..

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