BAJARSE AL MORO

Por , 16 marzo 2011 12:40

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Coincide que recientemente he visto varias películas de eso que se llamó Comedia Madrileña, un cierto género que surgió en el cine español a finales de los 70 y se mantuvo en toda la década posterior, con actores fetiche como Antonio Resines y Carmen Maura y directores señeros como Fernando Trueba, con obras como Ópera Prima (1980) o  Sé infiel y no mires con quién (1985); Fernando Colomo, con ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? (1978) o La vida alegre (1987) o el mismo Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984). Casi todas ellas en tono de comedia ligera y desenfadada, bastante irreverente, con cierto aire pseudointelectual y postmoderno, y rodadas con el fondo del Madrid de Tierno Galván, recién estrenada la democracia y en un ambiente bastante progre. Posteriormente todos estos directores siguieron caminos diversos y casi renegaron de sus comienzos (salvo quizás Colomo que ahondó en su estilo, más depurado, en los años 90 con películas como Allegro ma non troppo o El efecto Mariposa, que tuvieron éxito de crítica y público y recuerdo que hasta marcaron de cierta forma en mi entorno universitario). Pero ahí quedó este puñado de películas que quizás convenga, en estos tiempos de pesimismo y crisis de valores, revisar, aun con la prevención que da el paso del tiempo (la estética de la época puede resultar mortal…), para encontrar un cierto respiro.

De entre estas cintas, aunque quizá no es la más completa y puede que no alcance el ritmo de otras, me quedo con Bajarse al Moro, de Fernando Colomo (1989)  en una adaptación de la obra de teatro homónima de José Luis Alonso de Santos: desde el barrio de Lavapiés, Chusa (una genial Verónica Forqué) viaja periódicamente hasta Ceuta donde consigue hachís (se “baja al moro”), convive con su primo Jaimito (Juan Echanove) quien luego se dedica a venderlo al menudeo por el barrio (él no baja porque “tiene cara de sospechoso”…) y tiene una relación con un policía (Antonio Banderas) quien se pone frenético ante los trapicheos de los otros dos y las presiones de su madre (Chus Lampreave), que los llama a todos “yanquis” (por yonkis). La peripecia se complica cuando aparece en sus vidas una joven niña pija bastante perdida (una debutante Aitana Sánchez-Gijón, que ya apunta aquí todo su magnetismo), Chusa le da cobijo y la enreda para que se baje al moro cono ella (y así doblar la ganancia), aunque el tema se complica porque aún es virgen y todo se vuelve un poco loco.  Merece la pena ver a estos actores tan jóvenes antes de explotar y la historia, de humor blanco y sin pretensiones, muy bien llevados por el director y con escenas realmente simpáticas. Adicionalmente, resulta especialmente acertado el golpe de efecto de convertir a la banda sonora (a cargo del grupo Pata Negra, donde aún estaba Raimundo Amador) en un elemento importante de la historia, al incluir a los músicos en la acción como ensayando en la terraza del piso de enfrente.

Mientras, observamos en la distancia, como casi siempre sin tomar partido, los movimientos que se están produciendo en casi todo el mundo árabe. Primero fue Túnez y después Egipto, donde el grito de libertad y de hartazgo ante la corrupción y las desigualdades han unido a comunidades muy dispares para alcanzar un atisbo de democracia y mejor reparto de las oportunidades. Inmediatamente, las protestas se extendieron por otros países tan distantes como Argelia, Yemen, Jordania o Marruecos donde sus gobiernos se han puesto las pilas rápidamente para sofocar los conatos de incendio y ofrecer reformas al pueblo. Lo que aparentemente sorprende es la falta de una cabeza visible (como los caudillos a la antigua usanza) que jalee este movimiento y es que, con el vehículo de internet y con un claro fin común (salir de la miseria) no hace falta más para prender la mecha. Veremos ahora si es posible mantener la llama encendida con el tiempo pero, probablemente así surgió la Revolución Francesa, sin líderes. Y se corre el peligro de que, como entonces, surjan Robespierres o Napoleones que quieran pervertir el camino trazado.

Después ha llegado Libia y con Gadafi hemos topado. A los primeros días de euforia donde el dictador parecía acorralado y desde Europa y Estados Unidos se le pedía con boca chica que se fuera (de buen rollito), han sucedido la respuesta violenta y represora de su régimen militar y la ridícula inoperancia de la comunidad internacional para actuar evitando el desastre: en mi opinión esto no es un problema de falta de acuerdo sino de pura y simple conveniencia, ya que apenas se equilibró la situación entre los revolucionarios y el régimen libio (con un país dividido y las refinerías cerradas), el conflicto parecía alargarse y el precio de los combustibles se dispara; entonces la reacción es que más vale que el dictador siga en su sitio controlando el suministro del crudo a Europa y que nos quedemos como estamos (lo de la democracia y las libertades…pues eso lo discutimos otro día).  Una vez más el vil metal se impone y, para cuando nos pongamos de acuerdo en hacer algo (zona de exclusión aérea… ¡hipócritas  cobardes!) la cosa se habrá resuelto con un baño de sangre (yo no creo que pase del próximo fin de semana).  Pero esta ola es imparable y es que el hambre mueve montañas: ahí está ya Bahrein.

Aquí, en nuestro acomodado y adormecido Primer Mundo no es previsible que suceda nada parecido. ¿Estoy llamando a salir a las calles pidiendo que se vaya el Gobierno? ¡Hombre!, si ZP hiciera lo que Berlusconi en Italia (esa mezcla abochornante entre El Padrino y Jaimito) yo abogaría por medidas de este tipo. Pero no… voy más allá. Este no es un problema de elecciones anticipadas y cambiar un cromo por otro que, en esencia son lo mismo. Hablo de un cambio profundo de sistema que, obviamente, no va a llegar porque, como suele decirse, éste es “el menosmalo de todos los que se han inventado hasta ahora” y seguiremos adormecidos en la mediocridad y el conformismo. De todas maneras podríamos hablar sobre la silenciosa y «silenciada» revolución islandesa… Entretanto, si queremos ver algo revolucionario habrá que bajarse al moro.

(Yo quizás lo haga y hasta puede que llegue a comprar alguna piedra, a ver si así la vendo y me saco unas pelas, que la arquitectura últimamente no me da pa comer [sic]).

MAÑANA MÁS

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8 Responses to “BAJARSE AL MORO”

  1. Enrique dice:

    Como siempre, muy interesante tu entrada. Yo tembién le tengo especial cariño a la película. Por otra parte, estoy sorprendido de estas revoluciones que me hacen renovar mi fé en el ser humano y espero sinceramente que lleguen a algo, aunque lo dudo. Tenemos que discutir en directo acerca de la revolución silenciosa islandesa, me interesa.

  2. M. Sosa dice:

    Cuando era pequeño el final de esta película me atormentó durante mucho tiempo.

  3. M. Sosa dice:

    Y recuerda hay que socializar el blog!

  4. jpgalan dice:

    A Enrique:
    Gracias por tu comentario. Desde luego el tema de Islandia merece una conversación

  5. jpgalan dice:

    A M. Sosa:
    Gracias por tus comentarios. Ya me explicarás en una próxima ocasión tu «problema» con el final de la película.

  6. Ana dice:

    Intrigada estoy con la revolución en Islandia…

  7. jpgalan dice:

    A Keiko:
    Gracias por tu aportación. El artículo y, sobre todo, el debate abierto en sus comentarios, me parecen muy interesantes. No obstante no estoy de acuerdo con el autor en su análisis político: lo de Islandia en una revolución en toda regla, extrapolable o no, y se nota que sus paradigmas emanan del sistema político vigente, por lo no contempla otras alternativas como válidas. Islandia podría no ser una anécdota y los políticos lo saben, de ahí el silencio informativo al respecto.

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