LOST in TranslatiON (…or NOT)

Por , 14 agosto 2014 21:15

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Cuando Sofia Coppola decidió cambiar la interpretación por la dirección muchos pensaron que era otro capricho de enfant terrible por parte de la hija del tan grande como irregular Francis Ford C., quien le había otorgado el papel de María Corleone en la tercera parte de El Padrino. Esta su segunda película, tras la agradable sorpresa de su debut tras las cámaras con Las Vírgenes Suicidas (1999), supuso para la pequeña de la saga Coppola su espaldarazo (incluyendo varias nominaciones y un óscar para su guion original) y la catapultó a un estatus de cierto cine de culto, que ha desarrollado después con los altibajos que parece también heredado junto con el talento de su progenitor.

Lost in Translation (2003) es el título difícilmente traducible de una cinta que, en su corto metraje de apenas 100 minutos, condensa una historia de frustración y conformismo que se ven removidos por emociones contenidas, insatisfacción paliada por empatía ilusionante, dos personas perdidas que se encuentran en mitad del caos exterior y la inconsistencia soterrada bajo un aparente éxito superficial, Dos personas que tenían que encontrarse.

Bob Harris es un actor estadounidense que va a Tokio para rodar un anuncio de un whisky que se llama ‘Santoro’ (en el paroxismo del absurdo) y sufre, entre otras situaciones surrealistas, que su mujer lo llame o le envía faxes a cualquier hora para consultarle cosas tan “urgentes” como el color para las nuevas cortinas con que está redecorando la casa. Charlotte (sin apellido) se queda sola en la capital nipona mientras su novio (el siempre solvente Giovanni Ribisi), un fotógrafo de cierto éxito, hace reportajes en otras localizaciones y no para de hablarle, entusiasta y machaconamente, de un trabajo que a ella no le interesa, mientras le pregunta superficialmente cómo se encuentra y sigue hablando sin esperar la respuesta.

Tanto Bob como Charlotte se sienten “perdidos” (así, literalmente, lo manifiestan en una de las escenas), ajenos a un ambiente que les rodea y del que se encuentran tan alejados como desencantados. Cuando se trasladan a otro medio físico tan hostil, ese Tokio desmedido y surrealista, adquieren consciencia de que ello no es más que la metáfora de sus propias vidas, un mundo emocional con el que no se identifican, que no entienden y en el que no les entienden, que no les mueve ni les conmueve, que no les pregunta cómo se sienten y que no evoluciona con ellos, sino a pesar de ellos, un mundo del que descolgaron hace tiempo pero del que se resisten a apartarse.  En un recoveco de ese mundo claustrofóbico logran establecer una relación intimista y tierna que les recuerda que hace mucho tiempo que no son honestos consigo mismos.

La angustia aquí no se manifiesta con dramatismo ni arrebatos, no encontramos salida a la misma, ya sea  tremenda o desesperada, como en otras historias más clásicas pero menos realistas. La impotencia que nos transmiten, refuerza una sensación de incomprensión hacia ese status quo que, reconozcámoslo, vemos fácil de romper si lo vemos en otros y tan difícil resulta cuando lo hemos generado en nuestra vida propia.

Lo inteligente de esta cinta, cuyo guion firma la propia Coppola, es que nos muestra con muy pocos elementos, en una sucesión de situaciones entre las que no se produce apenas un cambio de tono, un momento de exaltación, lo que cabe esperar de una vida taciturna y qué poco es suficiente para apartar ese sentimiento y superarlo con una pequeña gota de ilusión.  Tan poco como para que ésta se esfume y aparezca de nuevo esa melancolía, esa insidiosa desgana.

El ahogo que una vida no disfrutada puede suponer en el espíritu de un individuo, sin embargo, a menudo y paradójicamente, no le resulta suficiente para que sea capaz de romper con ella.  Bien porque espera a qué no se sabe qué fusible salte y haga que todo cambie de la noche a la mañana (que las circunstancias se lo “arreglen”), bien porque una causa externa que antepone a la suya propia (se anula deliberadamente), bien porque no encuentra un punto de apoyo o trampolín necesario para dar un salto que se le antoja muy grande (este trampolín o asidero, con frecuencia, no es extraño que resulte final e igualmente desechado, una vez que ya cumplió su mera función de punto de apoyo necesario para aumentar el brazo de la palanca para mover la gran roca que ocluía el camino)… Bien por la clásica, pura y simple cobardía.

A veces, sólo en un puñado de ocasiones, se produce el salto dentro nosotros. Sin que intervenga ningún agente exterior ni la casualidad nos abra paso. Es ese momento en que las cosas ya no van a volver a ser igual, ese instante que hace que todo sea diferente, esa ocasión que, sin ser ni la más grave ni la más evidente, se nos presenta con la mirada lo suficientemente fija y la mente lo bastante abierta, para que nos toque y altere nuestra trayectoria de forma incorregible. Lo mejor de todo es que, si preguntáramos a cien personas sobre ese momento, noventa y ocho por ciento de ellas sabrían identificarlo y nueve de cada diez lo podrían describir de forma clara y detallada. Es el punto de inflexión, que también se formula en las matemáticas, donde la función llega a un extremo (máximo o mínimo) y su primera derivada, que es la que explica el cambio en la misma, cambia de signo… Y entonces, sólo entonces, somos libres, dueños de nuestra vida.

Es esa toma con Bob sentado en el borde la cama y mirando a la cámara con expresión de ¿qué estoy haciendo aquí? Es esa Charlotte sentada sobre el alféizar de la ventana mirando al Tokio infinito mientras su novio ronca apenas a un metro de ella y, sin embargo, tan lejos.

La entretela de la historia es la perfecta química (a priori, el casting era arriesgado) entre un muy equilibrado Bill Murray (en el que quizá es su mejor aparición junto con Flores Rotas, de Jim Jarmusch, 2005, y muy lejos de sus papeles exagerados en Cazafantasmas u otras comedias olvidables) y una Scarlett Johansson que ya garantizaba que convertir en oro todo lo que tocase. El aderezo es una fotografía del Tokio nocturno espectacular, son pocas palabras y muchas miradas, un uso inteligente del sonido y la ambientación, son situaciones absurdas y esperpénticas (genial la visita de la prostituta a Bob cuando está en la habitación del hotel o las tomas falsas del anuncio, con ese director histriónico que interrumpe a Bob con interminables arengas dignas de cualquier general nipón de la segunda guerra mundial, mientras la intérprete le traduce Harris sólo “más intensidad”) que, no obstante, pueden hacer pensar, equívocamente, que estamos ante una comedia.

Impagable ver (y escuchar) a Bill Murray, a lo Brian Ferry, “destrozando” la elegantísima ‘More tan this’ de Roxy Music mientras Scarlett Johansson lo observa con peluca color rosa, rodeada de un grupo de alocados japonenes, en un karaoke privado que se asoma sobre el skyline de la ciudad, sublimando una película que podría interpretarse en clave de kitsch a fetichista.

Sólo por eso ya merece la pena verla. Si, además nos da que pensar…

MAÑANA MÁS

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8 Responses to “LOST in TranslatiON (…or NOT)”

  1. RoxyMusic dice:

    Te sientes perdido?
    Has logrado establecer una relación intimista en un recoveco de este claustrofobico mundo?
    Se ha producido ese salto dentro de ti?

    Tus dos últimos post muestran más humanidad en ti, pero esto puede ser sólo una mala interpretación de quien cree leer aquello que desea. Sea o no así, debo felicitarte por ellos, grandiosos, te has superado

  2. jpgalan dice:

    A RoxyMusic:
    Trata de ir más allá, puede que hable de este tiempo, en este espacio… o no. Gracias por tu comentario. Te pasaste…

  3. Towanda dice:

    Pues qué pena que ese punto de apoyo, trampolín o asidero no fuera lo suficientemente sólido como para que diera el salto.
    Tal vez no fue desechado y simplemente se deshizo bajo sus pies, ¿no lo habías pensado?, tal vez sólo necesitaba sentirlo firme y seguro un poquito más.
    Por otro lado, ver qué sucede tras ese punto de inflexión,(de haberse producido), tras el triple salto mortal, tras retomar la libertad, su vida…hubiera supuesto un final sosaina y predecible, como el de una peli cualquiera, y claro, dejaría de ser digna de comentar y recordar.

    Te hago una propuesta/petición, About Time, ¿la has visto?, coméntala si te parece.

    Por último, completamente de acuerdo con RoxyMusic, (no seas modesto, sabes que lo haces muy bien), con una salvedad, yo diría en los tres últimos.

  4. Towanda dice:

    Buen día.
    Hace varios días escribí un comentario para esta entrada y me pareció que quedaba pendiente de moderación pero no hay respuesta y me extraña. ¿La has ignorado directamente? Sólo por saberlo. Gracias y disculpa mi impaciencia.

  5. jpgalan dice:

    A Towanda:
    Cierto, había un comentario pendiente y, para nada, ha sido ignorado. Lo que ocurre es que he preferido ver la película que propones antes de responder.
    Paso ahora a responderte

  6. jpgalan dice:

    A towanda:

    Bueno, yo creo que no es cuestión de trampolines ni muletas, uno debe dar el salto por sí mismo, de ahí que abogo por la existencia de ese punto de inflexión, ese momento a partir del cual, las cosas ya nunca van a ser igual. Ese salto, si existe, está en nosotros y sale de nuestras intenciones y deseos, no es inducido ni acompañado.

    Sobre el final de la película, estoy de acuerdo. Es mucho más conmovedor así y siempre digo que, las buenas películas, desde hace ya años, son las que no tienen el «típico» final feliz.

    Respecto a «After Time», es una película que, si bien tiene momentos buenos, me resulta un tanto desequilibrada y difusa. Cuando la ves no tienes claro si es una comedia, una comedia romántica, un drama de familia, una película de ciencia y saltos en el tiempo… A mi juicio, la tendencia natural de Richard Curtis hacia la comedia romántica, donde ha desarrollado grandes guiones, lastra la película. Yo le habría dado un toque más definido hacia la comedia pura y dura o habría explotado más la perte dramática (la relación del protagonista con el padre, el papel de la hermana, incluso el rol que sólo se insinúa, de la madre), Quiere abarcar mucho y no consigue cerrar el círculo, en mi opinión. Al final trata de dejar un mensaje:»ya no vuelvo al pasado porque estoy feliz con mi presente». Sí, está muy bien, siempre que sea así.

    Sobre la coincidente apreciación con Roxy Music, no sé qué decir. En este blog he escrito sobre muchos temas y creo que no necesariamente es más humano hablar de «puntos de inflexión» emocionales que sobre la masas que se dejan manipular, la gente que se sirve de su cargo para obtener ventajas, la perversión del «espíritu navideño» o la mala educación.

    Gracias por tus comentarios.

  7. RoxyMusic dice:

    Esta claro señor jpGalan que towanda y yo coincidimos en apreciación tal vez porque le conozcamos…y no es menos cierto que: hablar de masas que se dejan manipular, la gente que se sirve de su cargo para obtener ventaja, la perversión del espíritu navideño o la mala educación dejen de ser humanos, que lo son.
    Coincido con usted en que una vez sobrepasado voluntariamente ese punto de inflexión nada es igual.
    Sea más o menos humano le sigo leyendo, no es algo personal, más bien es cuestión de hacerlo o no bien, y usted lo hace muy bien, escribir, me refiero a como escribe.

  8. jpgalan dice:

    A RoxyMusic:
    No sé si nos conocemos, en todo caso, la alabanza es muy bien recibida (bastante más que una crítica, ¡para qué negarlo!, aunque me comprometo también a encajar ésta, si es considerada).
    Sean cuáles sean sus razones para leerme, se lo agradezco y le animo a que siga haciéndolo.
    Gracias por su comentario.

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