EL HOMBRE DEL LÁTIGO

Por , 20 mayo 2010 19:56

POSTER_ArcaPerdida

Son días en los que me acuerdo del Hombre del Látigo.  Siempre lo mismo, es lo que tiene la tradición que, sin que nadie se la cuestione, repite con tendencia a degenerar, año tras año las mismas cuestiones:
Así, ayer, nueve y media de la mañana y los atascos para acceder a Huelva en ¡un ¿¡día laborable!!!?, se alargaban hasta Bellavista. Pero no hay problema, nadie denunciará públicamente esto ni hará política con ello.

Más tarde, a las doce del mediodía del mismo ¿¡día laborable!!!? y la avenida Julio Caro Baroja (esto es, entre Zafra y el Puerto) aún cortada al tráfico rodado.
Hoy, hasta las seis de la tarde, la carretera Huelva-Mazagón, cerrada al tráfico. Huelga decir que el día también es laborable.
Y yo acordándome del Hombre del Látigo

El látigo, además del puro elemento de fetichismo sexual y de instrumento de tortura y escarnio, tristemente utilizado infinidad de veces a lo largo de la Historia, es uno de los elementos más característicos, junto con un maltrecho sombrero fedora, una más que sudada camisa safari y una raída cazadora de aviador, del inconfundible Indiana Jones, protagonista indiscutible de la saga de cine de aventuras por antonomasia que intrepetrara Harrison Ford (StarWars, Blade Runner, Armas de Mujer, Presunto Inocente…) y con el tándem Steven SpielbergGeorge Lucas tras las cámaras.
Los dos genios del cine (y del negocio cinematográfico), Lucas y Spielberg, toman la receta de las películas de aventuras clásicas de los años cuarenta y cincuenta, aportando una visión más fresca y con mayores medios técnicos, con un personaje principal mezcla de Errol Flynn y Charlton Heston (incluso casi copiando el rol y la vestimenta de éste en El Secreto de los Incas, de Jerry Hopper, 1954) y con guiones muy logrados. Desde su primera aparición en la gran pantalla con En Busca del Arca Perdida (Raiders of de Lost Ark, 1981), el arqueólogo y aventurero Indiana Jones, consigue engancharnos a unas tramas donde con base en algún hecho o elemento de base histórica y religiosa (el arca de la alianza, el santo grial o las piedras místicas de Sankara), cruzado con intrigas políticas o de espionaje, se presentan una serie de aventuras a un ritmo vertiginoso (sin llegar a volvernos locos como ocurre actualmente en la mayoría de las películas de acción) y con un contrapunto de cínico humor y gotas de romanticismo.  La fidelidad a los hechos históricos ha sido una de las mayores críticas que han recibido por parte de los especialistas pero, oigan, esto es cine no periodismo, permitámosles las licencias.
Después vino la más sangrienta y oscura, Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana Jones and The Temple of Doom, 1984), con Kate Capshaw (Black Rain, Causa Justa) bordando el papel de una cabaretera histérica que saca de quicio tanto como atrae a Indy.  Y, la tercera entrega, La Última Cruzada (The Last Crusade, 1989) con Sean Connery (Goldfinger, Robin y Marian, El Hombre que Pudo Reinar, Los Intocables de Elliot Ness), genial en su papel de Henry Jones Sr., con quien rivaliza Indy en astucia y atractivo.  El nombre de esta entrega fue todo un guiño para señalar el final de la saga que, sin embargo, satisfaciendo las ansias de los fanáticos de la serie, se vería incrementada casi veinte años después (demasiado tarde…) con la prescindible Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (The Kingdom of the Crystal Skull, 2008).
Con grandes localizaciones, algunas de ellas en España (inolvidable la escena de La Última cruzada en la que Sean Connery salva la situación haciendo volar a una bandada de gaviotas con su “ridículo” paraguas en la Playa de los Genoveses, del Cabo de Gata, en Almería); un diseño de producción y vestuario excelente; y una banda sonora (¿quién no sabría tararear la obra maestra, una de tantas, de John Williams?), amen de buenas intervenciones de los secundarios (esos de los que no recordamos sus nombre pero que los conocemos por estos papeles); se tiene el cóctel perfecto.

Sin embargo no es de este Hombre del Látigo del que me acuerdo estos días, sino de Aquél que describen, con su particular acento, cuatro autores bastante conocidos (y desde luego, de los más leídos). Yo me quedo con Juan, en su 2_13-17, toda una lección de dignidad.
Entretanto, mientras este Hombre del Látigo vuelve, tengo que encontrar mi parcial satisfacción revisionando la Trilogía de Indiana Jones, donde la diversión sí se tiñe de inteligencia.

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6 Responses to “EL HOMBRE DEL LÁTIGO”

  1. Begoña dice:

    Hola, soy una chica onubense y la verdad es bastante interesante tu reflexión sobre el hombre del látigo,me gustan tus puntos de vista, te animo a que sigas escribiendo asi de bien,saludos.

  2. jpgalan dice:

    A Begoña:
    Gracias por tu comentario. Me cabe añadir al post que ayer, una vez más, tuvimos que soportar nuestra Huelva (la de todos) cortada durante varias horas en ¡un día laborable!, con aparcamiento prohibido en numerosas calles desde el día anterior (mi solidaridad a los que estuvieron pillados durante horas en el atasco) para que estos individuos puedan hacer su entrada triunfal cual vuelta de César a Roma después de someter a los galos. La verdad que son dignos de admiración, con la que está cayendo y han estado una semana entera de cachondeo…

  3. Tεxvη dice:

    …recuerdo esos días en los que te llevaron a acordarte del «Hombre del latigo», esos dias en los que, a pesar de ser laborables, no olvidamos señalar, un año tras otro, en nuestro calendario personal como si no lo fueran. Esa caravana sin fin atraviesa nuestra ciudad y las vias de salida y acceso impidiéndonos, inclusive, escapar de ella (ciudad y/o algarabía en la que se traduce la caravana)…pero resulta que quizás el hombre del látigo tenga que volver a sacarlo a medida que se aproxima las fechas veraniegas ya que en este caso la huida masiva hacia las playas tambien colapsa de manera incomprensible la entrada y salida de una ciudad, ademas de colapsar su actividad hasta pasado el periodo estival.
    …se agradece la reivindicación de tu post hacia un tema que parece no tengan afectados…
    Sigo animándote a que no dejes de escribir, lo haces francamente bien y el hecho de realizar alusiones o relaciones cinematográficas me resulta muy original a la vez que ilustra a quien te sigue

  4. jpgalan dice:

    A Tεxvη:
    Bueno mi Hombre del Látigo, en este caso, no sólo denunciaba una injusticia sino una hipocrecía colectiva. No seré yo quien trate de imitarlo, pero creo que está bien recordarlo cuando tanto se disfrazan con sus imágenes en vez de vestirse con sus palabras. Lo de este y todos los veranos será, por supuesto, pero no hace falta esperar al estío, basta con intentar moverse en hora punta cuando tantos se desplazan a las colmenas (ya igual de masificadas y peor dotadas) de la periferia en esta vida sin sentido donde pasamos más tiempo en el coche que charlando con familia o amigos. ¿Cuál es la calidad de vida?.
    Gracias por tu comentario.

  5. Keiko dice:

    Pues yo ya ni me indigno ante la cantidad de eventos y procesiones varias… en nombre de dios, la virgen y todos los santos… y de la casi inexistente oferta cultural de esta maravillosa y «pericoide» ciudad (obsérvese la lamentable cartelera teatral).
    Eso sí, seguro que ayer el mundo se paralizó durante 90 minutos en espera de que «la roja» nos cambiara la vida radical y magestuosamente.

  6. jpgalan dice:

    A Keiko:
    Totalmente de acuerdo con lo de la oferta cultural que tenemos: no te pierdas a Ppgóme esta noche en el Gran Teatro…
    Respecto a lo del fútbol, me parece bastante iluso poner nuestras espectativas en un juego, pero reconozcamos que si la pelotita entra, tiene su efecto narcotizante. Esto que hacen nuestros políticos, como ya sabes, está inventado desde hace muchos años desde el «pan y circo» de los romanos bien aderezado con sacrificios y golpes de pecho ante los dioses. Nada nuevo, solo han cambiado los contenidos pero los términos y los fines «aborregantes» son idénticos.

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