ENEMIGOS PUBLICOS

Por , 23 agosto 2009 22:18

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Recientemente, de nuevo, vuelven arquitectos a estar implicados en tramas de corrupción y presunta malversación de dinero público: el caso del Velódromo de Palma o Palma Arena ha saltado a los periódicos salpicando, entre varios cargos políticos de relevancia en el ayuntamiento de Palma de Mallorca, a los dos arquitectos directores de las obras quienes han debido depositar una millonaria fianza para cubrir los cargos que se le imputan. Las obras, según parece, acabaron siendo ejecutadas por una cantidad que oscila entre el doble y el triple de lo inicialmente aprobado (digo «oscila» ya que entre el montón de facturas contradictorias y otras tantas que no aparecen, aún ni se sabe por cuánto ha salido el pabellón de marras).Los jueces decidirán hasta dónde llegará esto pero, de momento, ya tenemos dos nuevas razones que apoyan esa leyenda urbana, para unos, y vergonzante realidad, para otros, de que los arquitectos somos todos unos especuladores y unos trincones, hábiles mediadores entre políticos corruptos y promotores corruptores. ¿Estoy diciendo que estos compañeros son culpables? Actualmente, no. ¿Estoy diciendo que detrás de cualquier caso de corrupción urbanística o edificatoria hay sistemáticamente algún arquitecto facilitador implicado? Rotundamente, sí: gracias a casos puntuales que nos ensucian a todos, los arquitectos nos hemos convertido en enemigos públicos, a los que hay que investigar y que no merecemos ni el beneficio de la duda.

Enemigos Públicos es la última película de Michael Mann, que acaba de estrenarse. Se desarrolla a principios de los años 30 en plena Gran Depresión y describe la lucha de un naciente FBI contra bandas de crimen organizado, concretamente la de John Dillinger, con su aún joven director Edgar J. Hoover, quien estaría al frente de esta organización durante cuatro décadas llenas de claroscuros.
Empieza la cinta con una buena escena de fuga penitenciaria y, seguidamente, el robo a un banco, así en una prometedora primera media hora, pero desde aquí no hace más que desinflarse adoptando un tono facilón del que sólo se salvan la escena de la emboscada en el bosque y la escena del cine, donde el director hace un buen homenaje al cine clásico de gangsters, intercalando escenas de Manhattan Melodrama (en España se llamó precisamente El Enemigo Público Número Uno, dirigida por George Cukor y W. S. Van Dyke en 1934 y protagonizada por Clark Gable). De esta manera los personajes, salvando el principal de John Dillinger, se quedan en un simple esbozo y sus relaciones carecen de momentos de tensión:  Johnny Depp está todo el tiempo interpretándose a sí mismo con desgana, poniendo cara de guapo sinvergüenza (un mero comparsa al lado de truhanes míticos como Errol Flynn o el propio Clark Gable).  Por su parte Cristian Bale (El Imperio del Sol, American Psycho, El Maquinista, Batman El Caballero Oscuro…) y Marion Cotillard (Oscar a mejor actriz principal del pasado año por La Vie en Rose), en los respectivos papeles de agente de FBI Melvin Purvis tratando de cazar al ladrón y chica del gangster, intentan ponerle oficio pero la superficialidad y escaso tiempo de metraje de que gozan sus personajes se lo impiden. En los secundarios encontramos muchos actores conocidos, como Stephen Dorff o Giovani Ribisi, pero en personajes sin relevancia y totalmente prescindibles.
Aunque el diseño de producción es impecable y la música original de Elliot Goldenthal, combinada con clásicos del blues como Billie Holiday u Otis Taylor, crea un fondo perfecto; la fotografía de Dante Spinotti, tan oportuna en otros títulos con L.A. Confidential, resulta caótica y combina sin criterio alguno la fotografía clásica con la digital y moviendo la cámara excesivamente en las escenas de  acción, lo cual resulta mareante.
Mann y Spinotti han venido colaborando en todas las películas desde Hunter (1986), pasando por el ya clásico El Último Mohicano (1992) o la completísima Heat (1995, nadie fotografió mejor Los Angeles nocturno). Ya en El Dilema (en 1999, con Al Pacino y Russell Crowe) el duo Mann-Spinotti introdujeron valientemente la cámara digital pero limitándolo a las escenas en las que el personaje de Crowe duda, dotándolas de un toque casi onírico (inmediatamente copiado por los publicistas de los famosos anuncios de BMW). Más tarde, en Collateral (en 2004, con Tom Cruise y Jamie Foxx) emplean la fotografía digital en todo el metraje consiguiendo transmitir ese halo de irrealidad a la pesadilla que el personaje de Foxx (un taxista con mucho mundo interior y gran sentido del deber) sufre durante toda la noche al toparse por su trabajo con el frio asesino a sueldo  bien interpretado por Cruise.  En Enemigos Públicos resulta especialmente anárquica la aplicación de la técnica digital y los amarillos de los interminables destellos de las ametralladoras son cegadores.  Unicamente salvaría la escena final de la salida del cine, rodada a cámara lenta y con un gran resultado dramático.
En mi opinión la base del mal de esta desigual película parte del guión, que sólo nos deja alguna que otra frase brillante en los diálogos y desperdicia una buena historia.  Apenas se sale de la deprimente tónica general de un cine americano actual en franca crisis, donde remakes, secuelas y versiones de series de TV o de comics, acaparan la mayoría de las producciones. En realidad, si tuviéramos que decir de que va la película en tres palabras no sería posible porque la cinta no se define y esto no consigue taparlo ni con grandes estrellas ni con una producción muy lograda.
No obstante tampoco puede decirse de Enemigos Públicos que es una mala película, pero Michael Mann sabe hacerlo mucho mejor, su filmografía está llena de buenas películas con momentos memorables, y como muestra un botón, del mismo género:  en 1995, el propio Mann escribió y dirigió HEAT, otra cinta donde una banda de ladrones de bancos es perseguida por una unidad de la policía, ambos grupos dirigidos por expertos profesionales y viciosos de su trabajo (en detrimento de su vida personal), respectivamente interpretados en su línea más brillante por Robert de Niro y Al Pacino. En la película hay buena acción (la escena del tiroteo es impresionante) hay duelo de actores al más alto nivel, los personajes están bien definidos y tienen gran calado, tanto los principales, como un amplio elenco de secundarios, todos imprescindibles y perfectamente dramatizados (la mejor Ashley Judd, un gran Val Kilmer, un cínico mafioso Jon Voight, un  perro fiel rudo Tom Sizemore, la tierna Ann Brenneman o la insidiosa niña adulta Natalie Portman) y cada uno de ellos enriqueciendo la historia principal con otras secundarias pero no por ello menores. No es una película de suspense, no hay sorpresas, ya sabemos lo que va a pasar al final porque los personajes son fieles a si mismos y hacen lo que tienen que hacer, asumen su destino.

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2 Responses to “ENEMIGOS PUBLICOS”

  1. PTKIA dice:

    En principio deberíamos tener en cuenta que, además de tomar medidas para combatir los problemas de corrupción, “la prueba de la candidez la tendríamos que dar todos”.
    Evidentemente resulta sumamente dificil reunir datos fiables y de forma sistemática sobre actividades ilegales y además lo poco que conocemos de la corrupción suele proceder de los escándalos más o menos divulgados por los medios de comunicación, ( los cuales dejan mucho que desear también al respecto, ya que el contraste de lo que se dice con lo que de verdad sucede, la mayoría de las veces no conviene contarlo, porque ¡no vende! lo suficiente).
    El ideal de moral se debe erigir con el proceder de cada uno de nosotros y lo que cada uno de nosotros hace de ella, no existe divergencia entre uno mismo y la sociedad, aunque al igual que el autor irlandés, Oscar Wilde en «El retrato de Dorian Gray», todavía hay quien piensa: «Me agradan los escándalos ajenos porque los míos carecen de novedad».
    Solemos medir con varas distintas los actos en que tenemos un interés propio, familiar o del grupo a que se pertenecemos, y los ajenos.
    Las conductas de cada uno de nosotros influyen poderosamente en el entorno social, con mayor motivo y efecto cuando éstos se ejercen por funcionarios públicos (políticos, abogados, arquitectos, médicos…)
    En todas la sociedades extremadamente competitivas se suele ascender a costa de pisotear valores como el respeto, la honestidad… a menudo con la excusa cínica de servir al bien común.
    Personalmente, de las causas que, por su importancia, inciden en la corrupción destacaría la formación de las personas, las económicas y los sistemas legales, respectivamente.

  2. jpgalan dice:

    A Petekia:
    Estoy de acuerdo contigo en que la condición humana es lo que determina en mayor medida la corrupción. Esta es inherente a ella pero, también forma parte de nuestra esencia la envidia y el egoismo. Aunque sólo sea por ello, ya no por el afán de justicia, debería existir una corriente de denuncia constante de la usurpación del dinero público por parte de sus administradores. Lo que no entiendo es la indiferencia.

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